Monday, December 28, 2015

Caminata de Santa Clara a Bulnes 2015

Por Gonzalo A. Luengo O.


Sinceramente, espero que llegue el día en que sin razón alguna salga a caminar hacia el norte por la Panamericana, con unas mudas de ropa, pocas, algo de dinero, y muchas estampillas y sobres: no pararé de caminar y hacer dedo, mientras mi único medio de comunicación serán las cartas que le escribiré a mis amigos.

Visión del recorrido en Google Maps


En 2011 despertó finalmente en mí algo que siempre he tenido guardado: mis ganas de caminar, de caminar para moverme lejos. Desde entonces he caminado mucho. Todo partió de pronto, algo que escribí en mi entrada anterior 'Camino solo por la carretera' (puede leer esa experiencia haciendo clic aquí). Desde esa primera 'explosión' que tuve, he caminado por tres años consecutivos los 27 kilómetros entre Casas de Chacabuco y el Santuario de Santa Teresa de los Andes en jornadas que han implicado un íntimo y complejo proceso, digamos, mental, además de físico, junto a mi gran amigo y ahijado de Los Ángeles. A todas estas caminatas se suma el hecho de haber dejado de usar transporte público local excepto en días de lluvia y momentos de apuro: camino casi siempre, siempre. Y vamos, que hay otra cosa más que se me ha ocurrido hacer: en 2014, al finalizar el año escolar, el día 31 de diciembre, caminé poco más de 12 kilómetros desde la escuela donde he trabajado como profesor de inglés que soy, hasta Bulnes, la ciudad al norte. Este 2015 lo repetiré. Acá les dejo un pequeño listado de los hechos de ese recorrido que haré en esta ocasión el día 30 de diciembre, saliendo de la escuela.

Caminata de hoy de dos horas y media de Santa Clara a Bulnes (31 de diciembre de 2015):

- Partí de la escuela a las 12.15pm.

- Hubo tres autos que, en el solitario camino, se detuvieron para llevarme. Les hacía un 'no' con la mano y el brazo y luego les levantaba el pulgar. Me faltó llevarme las manos al corazón antes de que siguieran su rumbo.

- Me fue acompañando a Santa Clara el maestro de la escuela. Yo le hablaba de mis otras caminatas, al Santuario de Auco con mi amigo-ahijado, mis andadas nocturnas por la carretera, cuando caminé de Canta Rana a la llamada 'ruta de la muerte' (Ruta N-59-Q), etcétera.

- Después de dejar correspondencia en el correo de Santa Clara, saludé a la profesora jefe de cuarto básico 2014, María Eugenia Vivallos, y pasé al retén donde pedí me dejaran pasar al baño.

- Me encontré con Dánica, asistente en el programa de integración de la escuela y la saludé.

- Le pregunté a un chofer de taxi qué camino tomar: sin el teléfono no tenía mapas. De ahí me acordé del camino.

- Los taxistas fueron testigos de este tipo que caminó toda esta parte de la calle de servicio de la Ruta 5 Sur. Pasaban a cada rato y de seguro les pareció raro.

- Saludé a dos desconocidos que me quedaron mirando.

- Junto al camino llamaron mi atención un montón de botellas de cerveza Corona (eran muchas) y también otro montón más allá de cartolas de apuestas de Experto.

- Salí de Santa Clara recitando el nombre de mis papás, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y algunos tátatara tatarabuelos. De memoria.

- Pensé, mientras miraba las nubes, que el cielo no existe. Es un mero concepto humano. No hay límites.

- Me encontré con el letrero de taxi que se puede ver en la imagen. Está roto. Lo boté dos veces antes de pensar y llevármelo de recuerdo definitivamente, a falta de fotos. Lo tengo en mi casa para que lo vean mis visitas. Tal vez quedó de algún accidente automovilístico.

- Me gustan las animitas. Siempre las fotografío. Y este fue un camino más donde había. Sospecho que es por la línea del tren adyacente más de alguna muerte que cada ermita recuerda.

- Me di cuenta de un diseño repetido en las animitas de autopistas: unas de hojalata con pedestal de fierro, muy parecidas a un buzón doméstico.

- Pasando por el puente El Espinal, recordé cuando Diego Sandoval, de cuarto básico, me contó que con su papá vieron una vaca muerta ahí debajo.

- Los canales de regadío pasando en medio de huertas y antejardines, son adorables.

- Muchas libélulas y bichos hacían un sonido de lujo entre los árboles. Hay todo un tramo de pinos.

- El olor de los eucaliptos fue maravilloso.

- Llegando a la ciudad, los cardos eran muchos. Me gustan.

- Ya en la zona urbana, seguía caminando y de pronto me di cuenta que existían las veredas, fue extraño volver a caminar por ellas.

- Pasé de largo por una carnicería, pero me devolví de inmediato porque vi que había jugo de naranja.

- La maravilla y broche de oro del trayecto: en la carnicería tenían en una radio el Bolero de Maurice Ravel. No lo podía creer. Así que mientras pagaba por el jugo, pregunté si alguien puso el Bolero de Ravel conscientemente. La señora me dijo que era la Radio Adventista y que siempre la ponían porque les gusta la música clásica. Me preguntó por el tema y le conté sobre Maurice Ravel y cómo se inspiró para componer esta obra.


- Tomé el bus a las 2.55pm y volví a Chillán.

Gonzalo A. Luengo O.